31 d’octubre 2006

Stefan Zweig (1881-1942)

Escriptor austríac. Cosmopolita i psicòleg enginyós, va destacar per les seves obres biogràfiques i relats històrics. Es va suïcidar al Brasil juntament amb la seva esposa, on hi vivia exiliat des de l'arribada del nazisme al seu país.

Amor
El amor es como el vino, y como el vino también, a unos reconforta y a otros destroza.

Ociosidad
Nada torna a la gente más desnaturalizada e insubordinada que una larga y constante ociosidad.

Dios
Aquellos que anuncian que luchan en favor de Dios son siempre los hombres menos pacíficos de la Tierra. Como creen percibir mensajes celestiales, tienen sordos los oídos para toda palabra de humanidad.

Medida
La medida más segura de toda fuerza es la resistencia que vence.

Muerte
No basta con pensar en la muerte, sino que se debe tenerla siempre delante. Entonces la vida se hace más solemne, más importante, más fecunda y alegre.

Dolor
Toda ciencia viene del dolor. El dolor busca siempre la causa de las cosas, mientras que el bienestar se inclina a estar quieto y a no volver la mirada atrás.

Realidad
En algunas ocasiones no es nada más que una puerta muy delgada lo que separa a los niños de lo que nosotros llamamos mundo real, y un poco de viento puede abrirla.

Política
Primera muestra de una auténtica vocación política lo es, en todo tiempo, que un hombre renuncie desde el principio a exigir aquello que es inalcanzable para él.

Vejez
La vejez no significa nada más que dejar de sufrir por el pasado.

Nota de despedida encontrada junto al cadáver de Stefan Zweig:

“Antes de abandonar esta vida por mi propia y libre voluntad, quiero cumplir un último deber: Quiero dar las gracias más sinceras y emocionadas al país de Brasil por haber sido para mí y mi trabajo un lugar de descanso tan amable y hospitalario. Cada día transcurrido en este país he aprendido a amarlo más y en ningún otro lugar podría con más gusto tener la esperanza de reconstruir mi vida de nuevo, ahora que el mundo de mi lengua madre ha perecido por mí y Europa, mi hogar espiritual, se destruye a sí misma. Pero comenzar de nuevo requeriría un esfuerzo inmenso ahora que he alcanzado los sesenta años. Mis fuerzas están agotadas por los largos años de peregrinación sin patria. Así, juzgo mejor poner fin, a tiempo y sin humillación, a una vida en la que el trabajo espiritual e intelectual ha sido fuente de gozo y la libertad personal mi posesión más preciada.

¡Saludo a mis amigos! Quizá ellos vivan para ver el amanecer tras la larga noche. Yo estoy demasiado impaciente y parto solo”.