16 de juliol 2009

"Si quieres ser músico, hazte fontanero"

Robert Fripp, fundador de King Crimson, músico con David Bowie, Brian Eno, The Police...

Tengo 63 años y gozo mi guitarra como nunca. Nací en Wimborne Minster (Inglaterra). Creo que la música tiene sentido en sí misma y que el dinero sólo debe ser un medio para hacerla posible. Del 24 al 31 toco con The League of Crafty Guitarist en el CAT de Gràcia, en Barcelona

Hubo un tiempo en que la música se hacía por la música y el dinero sólo servía para poder seguir haciendo música, música con la gente para la gente; música que se pagaba a sí misma en el mismo momento en que fluía en comunión entre las personas y los artistas...

¿Y qué ha pasado?


Entre la gente y el arte se interpuso una legión de mercaderes oportunistas atraídos por el dinero fácil. Al principio, esos individuos trabajaban para los artistas, pero, poco a poco, fueron convirtiendo la música popular, una forma de cultura genuina, en un mero medio para acumular dinero, y a los músicos, en siervos de su avaricia.

¿Cuándo y cómo cambió la historia?

Recuerdo haber tocado ante 750.000 personas en Hyde Park y haber sentido esa energía, igual que puedo evocar Woodstock o muchos de los conciertos de entonces como una forma de comunión. En los 60, en la música popular aún se vivía esa ingenuidad tan fresca y directa en los conciertos... Se recaudaba dinero para la música y no al revés.

Hoy también hay grupos que reúnen cientos de miles de personas.

Son meras máquinas de hacer dinero. Sólo alguno se pone las botas y transita por el fango de la banalización comercial hasta su público... Déjeme citarle a Bruce Springsteen. Respeto lo que hace y no lo hace por dinero, aunque necesite dinero para hacerlo.

Tal vez los gustos han cambiado...

Cada generación tiene sus voces, cierto: Bob Dylan, John Lennon, Jimi Hendrix... Y cada uno elige de entre ellas la suya, pero lo que no varía es la necesidad de autenticidad que tiene todo artista hasta que convierte su arte en un mero medio de hacer dinero. En ese momento se traiciona.

¿Dónde está el problema?

Tenemos poca fe en los banqueros y los políticos, y descubrir la malversación bancaria de nuestros impuestos o cómo los diputados británicos se compran sus caprichos con cargo a fondos públicos no la ha reforzado: los músicos no han sabido ser diferentes y no se han sustraído a esa lógica.

¿Cómo se negó usted a compartirla?

Cada vez que le dije a mi mánager que todo ese montaje era una locura y una estupidez, me contestaba: "Tranquilo, Robert, el año próximo vamos a ser la banda más grande de Europa y Estados Unidos...".

¿No es eso éxito?

Depende de cómo defina éxito. Lo cierto es que había una enorme presión ambiental para convertirte en una marioneta de esa lógica que ha hecho de nuestra música un negocio banal. La pregunta para mí entonces era: ¿quieres seguir siendo parte de la farsa?

¿Y qué contestó usted?

Traté de ponerme mis barreras para no convertirme en un pelele y mantener el contacto con la realidad de los demás. En 1979 yo vivía en Nueva York, entonces auténtica ciudad de moda...

¿En qué consistían esas barreras?

Cogía el metro; iba a comprar yo mismo mi fruta y mi verdura; iba yo mismo a la lavandería y, sobre todo, volvía a menudo a mi casa, mi ciudad, mi barrio; con quienes me habían quitado los mocos de pequeño. La verdad es que esa gente que te ha visto crecer sabe ponerte en tu sitio.

Higiene del ego.

Y en un momento dado, me di cuenta de que no quería ir más allá. No quería tener esa clase de éxito.

Y ahora está usted enseñando guitarra a un puñado de chavales en un convento.

Eso es éxito para mí ahora. La música es un acto compartido y a mí me llenan estas dimensiones: la música de cámara y esa comunión tan especial que pude ver en la expresión de mi jardinero y mi cocinera - mi equipo-en mi último concierto en la catedral de Covenant... A mi contable, claro, sólo le preocupa que mis empresas sean solventes.

No es el único.

Richard Branson explica en su autobiografía que sobre todo "hay que poseer los derechos de tus autores".

No es una preocupación artística.

Gente así ha conseguido que el artista no pueda decidir los términos de su propio contrato... Por eso, cuando se me acerca un chaval con clase y me pregunta cómo ser músico profesional, le digo: "Hazte fontanero, amigo: será la forma de ser más libre y creativo como músico en tus ratos libres".

¿Qué le hace ilusión ahora?

Estas clases. También tocar en iglesias: he tocado en tres y en la catedral de Covenant. Y es curioso cómo somos los ingleses...

...

¡Tan temerosos de nuestras propias emociones! Cuando le expliqué al abad que me interesaba la sonoridad del templo, lo comprendió enseguida y me ayudó. Si le hubiera dicho - sintiéndolo sinceramente-que lo que me interesaba era la comunión con los fieles y los cientos de años de energías allí acumuladas..., se habría turbado.

Aquí pasaría al revés, gracias a Dios.

La reina Isabel solucionó su cisma con Roma y la oposición de los católicos ingleses así: "Sigan creyendo en el papa en privado, pero vengan a misa los domingos". Y los ingleses la comprendieron exactamente.

¿Es usted famoso en su país?

Yo, no. Mi mujer, Toyah Wilcox, es famosa. En Worcester, nuestro pueblo, todos la saludan a ella porque la reconocen y ella sí sabe llevarlo muy bien.

Lluís Amiguet, La Vanguardia (13-07-2009)

Etiquetes de comentaris: ,