Araceli vanguardista
MARISA MONTE
Intérpretes: Marisa Monte (voz, guitarra); Dadi (bajo); Marcus Ribeiro (cello); Maico Lopes (trompeta); Juliano Barbosa (fagot); Pedro Mibelli (violín); Mauro Dniz (cavaquinho); Marcelo Costa (batería); Marlos Trilha (teclados); Pedro Baby Gomes (batería)
Lugar y fecha: Auditori (16/ IX/ 2006)
Carioca de 1967, la cantante y compositora Maria Monte pasó por Barcelona para dar a conocer el contenido de los dos discos que acaba de alumbrar de modo simultáneo: Infinito particular y Universo ao meu rededor, trabajos consagrados al pop y a la samba, respectivamente.
Su anterior convivencia con gentes de la Velha Guarda, amén de un nuevo trabajo de campo buscando más referencias y génesis, le impulsó a elaborar el álbum sambista.
De la digitalización de quince años de archivo personal en formato casete vino la otra idea. Actuó en compañía de un conjunto extraordinario: una alineación en la que junto a instrumentos como el fagot, el chelo y el violín, también ha incluido -al parecer, por consejo de Philip Glass- una espléndida trompeta.
Marisa Monte interpretó el primer tema de la noche (Meu universo particular) a oscuras. Sólo muy de vez en cuando algún flash revelaba que la cantante estaba efectivamente allí, al vislumbrarse su cara en un punto elevado del escenario. Éste fue el primer impacto visual de una noche donde la sofisticación -que es cosa bendita y escasa- gobernó por babor y estribor. En lo musical, pero también en lo visual: de hecho, puede convenirse que elementos como las piezas móviles que iban transformando la escena, o una peculiar, humana iluminación -coreográfica casi- interactuaban con el repertorio preparado por la artista.
La mayor parte del tiempo, Marisa Monte cantó en una plataforma elevada, sentada y manejando cuatro guitarras de distinto sonido. No tardó en asemejarse a una especie de Araceli vanguardista, siempre camino del cielo. Hubo más momentos para el recuerdo de los que podemos consignar en este espacio, de las Três letrinhas a las Quatro paredes, pasando por Meu canário, tema que un espectador le reclamó a primerísima hora, pero que llegó que en un espectáculo como aquél hay poco lugar para improvisaciones.
Pero acaso nada puntuó tan alto como Lágrimas e tormentos, un diamante en limpio mediante el que Marisa Monte desplegó con orgullo todos sus ases, empezando por esa factura cool de irresistible tirón intelectual, y siguiendo, entre otros, por la radical modernidad de quien mira atrás para dibujar el porvenir.
Intérpretes: Marisa Monte (voz, guitarra); Dadi (bajo); Marcus Ribeiro (cello); Maico Lopes (trompeta); Juliano Barbosa (fagot); Pedro Mibelli (violín); Mauro Dniz (cavaquinho); Marcelo Costa (batería); Marlos Trilha (teclados); Pedro Baby Gomes (batería)
Lugar y fecha: Auditori (16/ IX/ 2006)
Carioca de 1967, la cantante y compositora Maria Monte pasó por Barcelona para dar a conocer el contenido de los dos discos que acaba de alumbrar de modo simultáneo: Infinito particular y Universo ao meu rededor, trabajos consagrados al pop y a la samba, respectivamente.
Su anterior convivencia con gentes de la Velha Guarda, amén de un nuevo trabajo de campo buscando más referencias y génesis, le impulsó a elaborar el álbum sambista.
De la digitalización de quince años de archivo personal en formato casete vino la otra idea. Actuó en compañía de un conjunto extraordinario: una alineación en la que junto a instrumentos como el fagot, el chelo y el violín, también ha incluido -al parecer, por consejo de Philip Glass- una espléndida trompeta.
Marisa Monte interpretó el primer tema de la noche (Meu universo particular) a oscuras. Sólo muy de vez en cuando algún flash revelaba que la cantante estaba efectivamente allí, al vislumbrarse su cara en un punto elevado del escenario. Éste fue el primer impacto visual de una noche donde la sofisticación -que es cosa bendita y escasa- gobernó por babor y estribor. En lo musical, pero también en lo visual: de hecho, puede convenirse que elementos como las piezas móviles que iban transformando la escena, o una peculiar, humana iluminación -coreográfica casi- interactuaban con el repertorio preparado por la artista.
La mayor parte del tiempo, Marisa Monte cantó en una plataforma elevada, sentada y manejando cuatro guitarras de distinto sonido. No tardó en asemejarse a una especie de Araceli vanguardista, siempre camino del cielo. Hubo más momentos para el recuerdo de los que podemos consignar en este espacio, de las Três letrinhas a las Quatro paredes, pasando por Meu canário, tema que un espectador le reclamó a primerísima hora, pero que llegó que en un espectáculo como aquél hay poco lugar para improvisaciones.
Pero acaso nada puntuó tan alto como Lágrimas e tormentos, un diamante en limpio mediante el que Marisa Monte desplegó con orgullo todos sus ases, empezando por esa factura cool de irresistible tirón intelectual, y siguiendo, entre otros, por la radical modernidad de quien mira atrás para dibujar el porvenir.
Etiquetes de comentaris: Auditori, Barcelona, Marisa Monte
0 Comments:
Publica un comentari a l'entrada
<< Home